La innovación conlleva comunicar lo nuevo, hablar de los desafíos del cambio, transmitir productos, servicios, soluciones y comportamientos que son necesarios de potenciar, vender o usar con nuevas habilidades y pasión, es comunicar desde las emociones 3.0, e incluso es transformar desde el mensaje.
La innovación hasta febrero del 2020 usaba, de forma tradicional la innovación como un arquetipo que empleaba medios digitales para crear estrategias, tradicionales o innovadoras, de comunicación usando diversas tecnologías.
Luego se vio la necesidad de masificar la comunicación, pero donde todos usan las mismas estrategias hasta llegar a una situación con la saturación de webinar como un nuevo netflix, campañas en RRSS que recurren a las mismas vocerías y estrategias unido a un marketing de “gancho” anclado en usar al “COVID-19”, entre otras maneras.
La innovación ha resurgido como una respuesta postmoderna de mejora de un contexto y un futuro que se puede construir, pero su comunicación sigue delimitada por la visión de estrategias y estrategas que constriñen la innovación a sus percepciones y no a la libertad que demanda la innovación. De la observación de diversas experiencias de empresas encuestadas en materia de construcción de culturas y ecosistemas de innovación, se observa cómo la comunicación es un factor clave.
Ahora se precisa la deconstrucción de los mensajes y de los medios en estrategias innovadoras o al menos que potencien la innovación, así como la revisión hermenéutica del comunicador para que piense innovadoramente y siempre disruptivamente.
El objetivo será poner la comunicación como el instrumento potencial que libere a la innovación y no permita que siga restringida a sus propios patrones y modelos que la han terminado limitando, aspecto crucial en momentos en que la innovación es la herramienta de respuesta ante los escenarios “extraños” de la era COVID-19 que demandan nuevas concepciones y no más del oximorón de la “nueva normalidad”
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